miércoles, 11 de diciembre de 2019

Villa Hidalgo

Un día tarde, pero es parte de “Martes para Moni”

He vuelto al pueblo que me vio crecer. Desde 4to de primaria hasta 1ero de secundaria este pueblo tan mágico, para mi al menos, vio mi crecimiento. 
Es extraño como ahora vuelvo con una visión distinta de aquí, en realidad, es un pueblo feo, polvoriento y sin mucho que hacer. Antes tenía muchos amigos aquí, ahora en realidad tengo muchos conocidos, pero poco amigos, 5 para ser exactos, bueno, 4 porque uno se desprendió de nosotros buscando una vida más “activa” (alcohol y fiesta) y ahora en realidad no se donde este. 
En esta etapa del año se pone la feria, la cual antes veía como un enorme parque de diversiones de lujo, incluso mejor que Disney, y ahora me doy cuenta que es solo una avenida con puestos que venden cubetas y jarras de plástico, y unos cuantos juegos mecánicos, exactamente los mismos que la última vez que vine, hace más de 6 años. Cuando vengo siempre hago lo mismo, le mando un mensaje a mi amigo Chivo, y el viene a la paletería de en frente de mi casa, que es de mis otras 2 amigas, y ahí nos sentamos a platicar toda la tarde. En esta ocasión, por la feria,  yo y chivo fuimos a recorrerla toda (1 pequeña avenida) y le propuse que nos subiéramos a un juego.  Pude ver en el brillo de sus ojos su aún grande inocencia, al contarme que habían traído uno nuevo llamado el “Caos”. Yo, que ahora me preocupa la seguridad, le propuse que nos subiéramos a la “Sirena”  (que se veía más segura) solo para no irme de lo que podría ser la última vez que vea esta feria, que tantos anécdotas me trajo (como la vez que me compre 3 hot dogs por $25 solo para que los apoyará mal en la banqueta y terminarán siendo el rico manjar de un perro). 
“Pero en la punta wey” me dijo Chivo. La sirena es un barco que se balancea  sobre un eje central, de lado a lado, y se supone que en la punta estás más cerca del piso, pero también cuando subes estás en lo más alto. “Ya estás” le dije, y nos subimos. Una ola de recuerdos me invadió en ese lapso de tiempo que el juego se balanceaba, era como si mi espíritu de Niño ( o lo poco que aún quede en mi) se estuviera recargando con energía. 
Al bajar, volteé a ver a Chivo, quien se burlaba de mi por como me sujetaba del juego, y pude ver al mismo Niño que había conocido hace 9 años jugando fútbol en el corral de mi tía Nono, solo que ahora mide 1.80m y subió bastante de peso, cosa que el alega que es “masa muscular” (lo cual es una vil mentira) . En la medida de lo posible, aconsejo a Chivo lo mejor que puedo, para intentar guiarlo lo más posible en la vida tan desordenada que lleva, “no wey, yo voy a estudiar radiología” me dice, un mes después va a estudiar agricultura, y al siguiente va a poner un emporio de taxis. 
En realidad no se que vaya a ser de chivo, ni de Karla, ni de Wendy, ni de Carlos tampoco, es posible que en llegue el momento donde ya no los vuelva a ver nunca, y que nuestros caminos se separen, pero nadie logra escapar por completo de este pueblo, al que cada que vuelvo, me enriquece el alma. 

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